Coopertoners

jueves, 3 de enero de 2013

Patti te quiero




Hubo un día en que Patti agarró su guitarra y comenzó, casi por casualidad, a cantar. Llegó a la música por la literatura. Debutó en una iglesia episcopal, St. Mark’s In-The-Bowery, en 1971. Habían pasado cinco años desde que llegara a Nueva York. Lenny Kaye, que sigue con ella, le acompañó aquella noche mientras leía poemas, algo que nunca ha dejado de hacer. Después llegaron muchas más. Tocaba o leía en el Max’s Kansas CityMercer Arts Centre, Kenny’s Castaways o en el CBGB. Grabó Horses, su álbum bandera, en 1975 en los Electric Lady, unos estudios construidos por Jimi Hendrix en la Sexta Avenida que pasan desapercibidos para cualquier paseante. Nadie sabe que tras su sencilla placa en la puerta está el lugar donde también han grabado los Rolling Stones y ahora Kanye West o Coldplay. 


                        Junto a su inseparable amigo, el fotógrafo Robert Mapplethorpe

Ese Nueva York sí aguanta vivo, igual que muchos de los bares y salas donde tocaba. Pero el Nueva York de esta mujer que viaja por todo el mundo recibiendo honores, tiene nuevos escenarios como el Park Armory. Allí actuó recientemente una tarde de febrero en la que no paraba de llover. Había aullado los textos de su amigo el poeta beat estadounidense Allen Ginsberg, al que se homenajeaba aquel día. Su voz grave subía y bajaba con una cadencia casi animal, siguiendo el piano de Phillip Glass, tan llena de música que no se sabía si cantaba o leía. La mujer del traje negro (impecable), la melena áspera y la mirada inocente se comportaba con la elegancia que siempre tuvo y que ni el punk ocultó
Todo estaba bajo control en uno de los espacios más majestuosos de una ciudad llena de espacios majestuosos. El público le había confirmado su amor desde que apareció enigmática sobre el escenario: “¡Patti, we love you!”. Todo funcionaba, todo era hermosamente burgués y perfecto. Pero Patti Smith, cuando terminó de recitar Magic psalm con su voz grave y su energía intacta, escupió al suelo con rabia. Y en ese gesto, intactos, estaban el rock y el punk, sus años en el hotel Chelsea junto a Robert Mapplethorpe, su grito contra las injusticias y la cara salvaje de una buena chica de New Jersey.


Anabel Vázquez. Revista Rolling Stone (15/06/2012)

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