Coopertoners

viernes, 2 de enero de 2015

Saavedra 1987. Huevo enfermo.


Siempre la madrugada aportaba su cuota de marginalidad. La esquina terminaba siendo el santo Grial: Una mezcla explosiva de desdentados, quemados peleadores, narradores fantásticos, facheros incurables y nosotros: Gente desclasada por aquello del "derecho de admisión" en boliches que estaban de moda. Algún gentil de ocasión arrimaba unas cuantas cervezas o botellas de un aperitivo generoso. El hielo por lo general escaseaba así que le dábamos duro y parejo a lo macho. Licor espeso que al día siguiente hacía estragos al hígado. Así conocimos a "Sin nombre", o como lo apodamos después, "Huevo enfermo". Lo vimos por primera vez en una madrugada de Julio allá por el ´87. Una silueta retorcida similar a Cuasimodo balbuceando incongruencias. Por lo general había complicidad ante un personaje extraño; Indiferencia. Si la cuestión se ponía espesa bueno, éramos diez, doce tipos con cara de pocos amigos. Nadie que estuviera en sus cabales intentaría buscar carroña. ésta no fue la excepción. Plantó bandera increpando a cada uno de nosotros sin que le comprendiéramos una sola palabra. Todo vocales. Pretendía plata en un nido de ratas. Al notar que su estrategia era un rotundo fracaso se iluminó el cielo, bajó un haz de luz sobre su bragueta, desabrocho el pantalón dejándolo caer hasta las rodillas y ahí quedamos, congelados en el tiempo. Las bebidas fermentaron, nuestras pupilas se agigantaron... de no creer. Un testículo del tamaño de un melón resplandecía inmaculado bajo la espesa lluvia. Era el mundo en un testículo con sus venas-autopistas irrigando litros de sangre. Mundo paralelo hundido en la degenarción pidiendo unas monedas como freak de circo. Nosotros, público aterrado que en lugar de encontrar veleidades nos topábamos con la realidad de un submundo ajeno a nuestras intenciones. Nos rasgábamos los bolsillos... ¡Denle una moneda! Mientras el infortunado fingía tocar el tambor con esa cosa, goles duros, que sonaba como coco a punto de partirse. ¿Quien era ese sujeto? Mezcla extraña de Diógenes y madre Kamikaze ...¡Que alguien lo pare! Invitaba a quien lo desee a palpar aquella esfera semipeluda de tono violáceo mientras nos corríamos como si se tratara de un agujero negro. Recolectamos unos cuantos pesos y el show, por fin, acabó. A pesar de que la lluvia había amainado el frío carcomía los huesos. El forastero había acumulado veinticinco pesos por una función de tres minutos. Todo un éxito. Lo peor, es que como toda alma en pena comenzó a visitarnos mas asiduamente. Pero previo pago a su montaje lo parábamos en seco de antemano con un vino en caja y un par de monedas. Con el tiempo nos enteramos que Huevo enfermo era el tercer hijo de una familia acomodada. Su adicción a la coca lo arrastró a un reformatorio, luego fué adicto al crack y después el sótano de los sin remedio: ansiolíticos con vino. Jamás conocimos a fondo su enfermedad. Solo esa imagen difusa de pantalones anchos, la frente empapada en sudor y aquella noticia lógica, si se quiere, de buscar chivos expiatorios en donde nadie va a reclamar. Catorce balazos de la policía mientras dormía en un desvencijado Fiat 600 sin dueño aparente. Esta mas que claro que el mundo no gira de acuerdo a los que pierden. Es mas, se alimenta de ellos. Que en paz descanse.

Extracto de "Un mundo aparte en una mirada diferente" NDD. CCP Ediciones.

1999

Suponía que no había nada que hacer. Ventinueve años y sin futuro prometedor. Vivía solo en un dos ambientes en Almagro con muchas amistades proclive a los excesos y mis dos paquetes de Parissienes para afrontar la que venga. En ese departamento transitaron actores, cantantes cuasi famosos y transexuales dispuestos a contarme las penurias de sus vidas. Supe que el consorcio elevó una queja a la administradora por ruidos molestos. Solo puedo decir que el portero estaba de mi lado. Solía regalarle botellas de un vino blanco que ahora no recuerdo, pero que era de su preferencia. "Ponete las pilas che" aconsejaba. Había roto un noviazgo-matrimonio de nueve años y en definitiva no quería esperar otra tertulia de amor protocolar. Pasaron algunos días de exceso etílico y giras interminables. Ni siquiera sabía que pasaría al día siguiente hasta que pasó. La vi, le dije lo bien que cocino y la invite a tomar unas cervezas en un bar que ya no existe sobre la calle Uriburu. Ella me dijo que siempre tuvo noviazgos difíciles y que desconfiaba de los hombres. Tomé un trago, aspire largamente mi cigarro y le dije: "Estas son las llaves del departamento, quiero vivir con vos" Ni siquiera nos habíamos besado. Han pasado catorce años y sigo con aquella chica que me dio dos hijos y algunas broncas por limar. Todavía sigue flotando en mi cabeza el tema que por aquellos días era la banda de sonido de mi vida. Ya no me pregunto si vendrán tiempos mejores. Será lo que tenga que ser, y que se cague todo el mundo.