Coopertoners

viernes, 5 de diciembre de 2014

Vivir y morir en las calles del centro


Corrientes y Maipú. Viejos fantasmas del primer Halley inundaron el cerebro. Unas cuadras mas abajo, sobre Reconquista, la fachada cambiada de lo que fue Palladium. Punto de encuentro para ver en vivo lo que ahora son mitos: Los Redondos, Los Violadores, Riff, Sumo. Imposible no tirar el ancla cuando arrecia la vorágine.
El teatro "ABC" invitaba a una noche de shows eróticos. Pura brillantina para púberes que se abrían paso a la lujuria. Cada chica tenía su hinchada exacerbada por dosis de alcohol al por mayor. Esmeralda y Lavalle se transformaba en una fuente inacabada de testosterona.
La Richmond ofrecía dos por tres en cervezas y tablas de queso. El rigor de la galantería, por lo general, me empujaba a la florería de Córdoba y Florida en busca de unas rosas que acompañaran de mi boca promesas de amor eterno. Tenía 17 años. La destinataria, por lo general, huía ante el primer taxi que asomaba. La madrugada para ellas no ameritaba mas que la calma de una pensión luego de tanta ebullición sentimental.
Las rosas y las cartas siempre iban a parar al mismo lugar: El gran desagüe donde seca sus lágrimas la ciudad. Soñaba mi muerte cada noche de Sábado sobre Maipú llegando a Plaza San Martín. Alguien me dijo, no recuerdo quien, que Borges había vivido por ahi y que un tal Peralta Ramos acompañaba sus solitarios pasos recitando poemas en voz alta.


Si el rumbo cambiaba, Avenida de Mayo deslumbraba atrasando cuarenta, cincuenta años en sus fachadas.
Si el ánimo era bueno, los 36 billares era el plan perfecto para despuntar el vicio en un par de cervezas bien heladas.
No era extraño ver señoras entradas en años, emperifolladas hasta la médula buscándole la vuelta a una existencia llena de tropiezos. Salían del teatro Avenida a la espera de que la función continuara en otro ámbito. Fantasmas obstinados en hacer prevalecer un deseo esquivo.
Los cafiolos arremetían entre grupos de pibes prometiéndoles la mejor noche de sus vidas, sin que estos intuyeran que dos pobres desgraciadas bancarían la parada con un desgano elocuente.
Tipos desgarbados a la espera de un sanguche mordido merodeaban en la puerta. Siempre había algún Samaritano que los contenía.


Sobre Cerrito, chicas que eran chicos ponían a prueba sus dotes femeninos con seducción indomable. Soledad era el denominador común de todos nosotros. Nos mirábamos de reojo y además de saberlo, nos gustaba. Ir y venir, todos los Sábados, con calor, frío o lluvia sobre esa gran cinta de Moebius de la cual nos parecía imposible salir. Tan difícil como dejar de respirar.
Ahora que todo cambió, se empieza a escribir una nueva historia sobre aquellas calles que siempre repite la misma receta: Vivir y morir por las entrañas de sus pasajes.

Extracto de "Un mundo aparte en una mirada diferente" NDD. CCP Ediciones.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Un mundo aparte en una mirada diferente.


Me habían dicho que los sueños no son en colores. Claro, son los que no tienen en cuenta que se puede soñar despierto en una madrugada lluviosa, con viento Sur  y destino incierto. Los gustos, como en el amor, siempre son vicios mal entendidos.

Intro de "Un mundo aparte en una mirada diferente"  NDD.

miércoles, 29 de octubre de 2014

La esperanza. Auguste Villiers de L'Isle-Adam









Al atardecer, el venerable Pedro Argüés, sexto prior de los dominicos de Segovia, tercer Gran Inquisidor de España, seguido de un fraile redentor (encargado del tormento) y precedido por dos familiares1 del Santo Oficio provistos de linternas, descendió a un calabozo. La cerradura de una puerta maciza chirrió; el Inquisidor penetró en un hueco mefítico, donde un triste destello del día, cayendo desde lo alto, dejaba percibir, entre dos argollas fijadas en los muros, un caballete ensangrentado, una hornilla, un cántaro. Sobre un lecho de paja sujeto por grillos, con una argolla de hierro en el pescuezo, estaba sentado, hosco, un hombre andrajoso, de edad indescifrable.Este prisionero era el rabí Abarbanel, judío aragonés, que -aborrecido por sus préstamos usurarios y por su desdén de los pobres- diariamente había sido sometido a la tortura durante un año. Su fanatismo, "duro como su piel", había rehusado la abjuración.
Orgulloso de una filiación milenaria -porque todos los judíos dignos de este nombre son celosos de su sangre-, descendía talmúdicamente de la esposa del último juez de Israel: Hecho que había mantenido su entereza en lo más duro de los incesantes suplicios.
Con los ojos llorosos, pensando que la tenacidad de esta alma hacía imposible la salvación, el venerable Pedro Argüés, aproximándose al tembloroso rabino, pronunció estas palabras:
-Hijo mío, alégrate: Tus trabajos van a tener fin. Si en presencia de tanta obstinación me he resignado a permitir el empleo de tantos rigores, mi tarea fraternal de corrección tiene límites. Eres la higuera reacia, que por su contumaz esterilidad está condenada a secarse... pero sólo a Dios toca determinar lo que ha de suceder a tu alma. ¡Tal vez la infinita clemencia lucirá para ti en el supremo instante! ¡Debemos esperarlo! Hay ejemplos... ¡Así sea! Reposa, pues, esta noche en paz. Mañana participarás en el auto de fe; es decir, serás llevado al quemadero, cuya brasa premonitoria del fuego eternal no quema, ya lo sabes, más que a distancia, hijo mío. La muerte tarda por lo menos dos horas (a menudo tres) en venir, a causa de las envolturas mojadas y heladas con las que preservamos la frente y el corazón de los holocaustos. Seréis cuarenta y dos solamente. Considera que, colocado en la última fila, tienes el tiempo necesario para invocar a Dios, para ofrecerle este bautismo de fuego, que es el del Espíritu Santo. Confía, pues, en la Luz y duerme.
Dichas estas palabras, el Inquisidor ordenó que desencadenaran al desdichado y lo abrazó tiernamente. Lo abrazó luego el fraile redentor y, muy bajo, le rogó que le perdonara los tormentos. Después lo abrazaron los familiares, cuyo beso, ahogado por las cogullas, fue silencioso. Terminada la ceremonia, el prisionero se quedó solo, en las tinieblas.
*
El rabí Abarbanel, seca la boca, embotado el rostro por el sufrimiento, miró sin atención precisa la puerta cerrada. "¿Cerrada?..." Esta palabra despertó en lo más íntimo de sus confusos pensamientos un sueño. Había entrevisto un instante el resplandor de las linternas por la hendidura entre el muro y la puerta. Una esperanza mórbida lo agitó. Suavemente, deslizando el dedo con suma precaución, atrajo la puerta hacia él. Por un azar extraordinario, el familiar que la cerró había dado la vuelta a la llave un poco antes de llegar al tope, contra los montantes de piedra. El pestillo, enmohecido, no había entrado en su sitio y la puerta había quedado abierta.
El rabino arriesgó una mirada hacia afuera.
A favor de una lívida oscuridad, vio un semicírculo de muros terrosos en los que había labrados unos escalones; y en lo alto, después de cinco o seis peldaños, una especie de pórtico negro que daba a un vasto corredor del que no le era posible entrever, desde abajo, más que los primeros arcos.
Se arrastró hasta el nivel del umbral. Era realmente un corredor, pero casi infinito. Una luz pálida, con resplandores de sueño, lo iluminaba. Lámparas suspendidas de las bóvedas azulaban a trechos el color deslucido del aire; el fondo estaba en sombras. Ni una sola puerta en esa extensión. Por un lado, a la izquierda, troneras con rejas, troneras que por el espesor del muro dejaban pasar un crepúsculo que debía ser el del día, porque se proyectaba en cuadrículas rojas sobre el enlosado. Quizá allá lejos, en lo profundo de las brumas, una salida podía dar la libertad. La vacilante esperanza del judío era tenaz, porque era la última.
Sin titubear se aventuró por el corredor, sorteando las troneras, tratando de confundirse con la tenebrosa penumbra de las largas murallas. Se arrastraba con lentitud, conteniendo los gritos que pugnaban por brotar cuando lo martirizaba una llaga.
De repente un ruido de sandalias que se aproximaba lo alcanzó en el eco de esta senda de piedra. Tembló, la ansiedad lo ahogaba, se le nublaron los ojos. Se agazapó en un rincón y, medio muerto, esperó.
Era un familiar que se apresuraba. Pasó rápidamente con una tenaza en la mano, la cogulla baja, terrible, y desapareció. El rabino, casi suspendidas las funciones vitales, estuvo cerca de una hora sin poder iniciar un movimiento. El temor de una nueva serie de tormentos, si lo apresaban, lo hizo pensar en volver a su calabozo. Pero la vieja esperanza le murmuraba en el alma ese divino tal vez, que reconforta en las peores circunstancias. Un milagro lo favorecía. ¿Cómo dudar? Siguió, pues, arrastrándose hacia la evasión posible. Extenuado de dolores y de hambre, temblando de angustia, avanzaba. El corredor parecía alargarse misteriosamente. Él no acababa de avanzar; miraba siempre la sombra lejana, donde debía existir una salida salvadora.
De nuevo resonaron unos pasos, pero esta vez más lentos y más sombríos. Las figuras blancas y negras, los largos sombreros de bordes redondos, de dos inquisidores, emergieron de lejos en la penumbra. Hablaban en voz baja y parecían discutir algo muy importante, porque las manos accionaban con viveza.
Ya cerca, los dos inquisidores se detuvieron bajo la lámpara, sin duda por un azar de la discusión. Uno de ellos, escuchando a su interlocutor, se puso a mirar al rabino. Bajo esta incomprensible mirada, el rabino creyó que las tenazas mordían todavía su propia carne; muy pronto volvería a ser una llaga y un grito.
Desfalleciente, sin poder respirar, las pupilas temblorosas, se estremecía bajo el roce espinoso de la ropa. Pero, cosa a la vez extraña y natural: los ojos del inquisidor eran los de un hombre profundamente preocupado de lo que iba a responder, absorto en las palabras que escuchaba; estaban fijos y miraban al judío, sin verlo.
Al cabo de unos minutos los dos siniestros discutidores continuaron su camino a pasos lentos, siempre hablando en voz baja, hacia la encrucijada de donde venía el rabino. No lo habían visto. Esta idea atravesó su cerebro: ¿No me ven porque estoy muerto? Sobre las rodillas, sobre las manos, sobre el vientre, prosiguió su dolorosa fuga, y acabó por entrar en la parte oscura del espantoso corredor.
De pronto sintió frío sobre las manos que apoyaba en el enlosado; el frío venía de una rendija bajo una puerta hacia cuyo marco convergían los dos muros. Sintió en todo su ser como un vértigo de esperanza. Examinó la puerta de arriba abajo, sin poder distinguirla bien, a causa de la oscuridad que la rodeaba. Tentó: Nada de cerrojos ni cerraduras. ¡Un picaporte! Se levantó. El picaporte cedió bajo su mano y la silenciosa puerta giró.
*
La puerta se abría sobre jardines, bajo una noche de estrellas. En plena primavera, la libertad y la vida. Los jardines daban al campo, que se prolongaba hacia la sierra, en el horizonte. Ahí estaba la salvación. ¡Oh, huir! Correría toda la noche, bajo esos bosques de limoneros, cuyas fragancias lo buscaban. Una vez en las montañas, estaría a salvo. Respiró el aire sagrado, el viento lo reanimó, sus pulmones resucitaban. Y para bendecir otra vez a su Dios, que le acordaba esta misericordia, extendió los brazos, levantando los ojos al firmamento. Fue un éxtasis.
Entonces creyó ver la sombra de sus brazos retornando sobre él mismo; creyó sentir que esos brazos de sombra lo rodeaban, lo envolvían, y tiernamente lo oprimían contra su pecho. Una alta figura estaba, en efecto, junto a la suya. Confiado, bajó la mirada hacia esta figura, y se quedó jadeante, enloquecido, los ojos sombríos, hinchadas las mejillas y balbuceando de espanto. Estaba en brazos del Gran Inquisidor, del venerable Pedro Argüés, que lo contemplaba, llenos los ojos de lágrimas y con el aire del pastor que encuentra la oveja descarriada.
Mientras el rabino, los ojos sombríos bajo las pupilas, jadeaba de angustia en los brazos del Inquisidor y adivinaba confusamente que todas las fases de la jornada no eran más que un suplicio previsto, el de la esperanza, el sombrío sacerdote, con un acento de reproche conmovedor y la vista consternada, le murmuraba al oído, con una voz debilitada por los ayunos:
-¡Cómo, hijo mío! ¿En vísperas, tal vez, de la salvación, querías abandonarnos?

lunes, 22 de septiembre de 2014

El lado oscuro del mago de Oz

Cuenta la leyenda rockera que hay demasiadas similitudes al ver la película "El mago de Oz" y "El lado oscuro de la luna" de Pink Floyd. Creer o reventar.

lunes, 11 de agosto de 2014

No Logo


Soberanos hijos del desborde
esa mancha gris no tiene nombre.
Tanta lluvia espesa
que no limpia las bajezas
esperando el rito matinal
sin tantas vueltas.

La basura al ruedo es la que aspiran
casi por deseo consumista (lo dijo Mao)
Con sus sinsabores
auguran tiempos mejores
a pesar que tanta mugre no los predispone.

¿Quiere comprar? ¿Quiere comprar?

Novedades listas para el frente
alistados para que revienten.
Moderados sórdidos
consumidos como pocos
hacen huecos al cerebro por el ojo.

¿Quiere comprar? ¿Quiere comprar?

No logo.- Zen Killers Babies

viernes, 23 de mayo de 2014

La doctrina Troyana


Lo civilizado alimenta la barbarie. Concepto elemental de una sociedad que se proclama soberana y no repara en excluidos. La gran pirámide de Mefistófeles, con su ojo atento sobre las pautas impuestas, nunca descansa. Vigila, comprime, adoctrina a la masa según sus requerimientos. Inculca reverencia por la fe, el patriotismo, la mezquindad, el abandono mismo de la compasión. Crea estados de autosuficiencia, de hacer creer tenerlo todo sin tener nada. La "doctrina Troyana" redobla la apuesta merced a los tiempos que corren. En el grado 33 todo es posible.
Sólo es cuestión de plantearse en que mundo uno esta parado.

NDD. Concepto de un mundo irreal. RMS.

domingo, 18 de mayo de 2014

Instinto


Asustados como críos sin techo y con hambre
buscan su lugar en el horizonte
sin más remedio que volar
hasta que el destino lo demande.
Contraen sus músculos
brillando el sol en  sus retinas.
Amparados solo por el instinto
como aquellos críos de abajo, sin techo y con hambre.

NDD. Cuando gritaron las serpientes. 1999.

lunes, 28 de abril de 2014

The sentimental corp (Internet en fase 3: Lo perturbador)




Página realmente extraña, llena de mensajes cifrados e imágenes desconcertantes. Para matar el tiempo o mismo en noches de insomnio, una vuelta por acá no viene nada mal: http://sentimentalcorp.org/

Capturas: