Poco después, la virgen de la concepción sudó y lloró copiosamente durante varios días en una casa de Mangua. El arzobispo, monseñor Obando, se hizo presente ante su altar y exhortó a los feligreses a que oraran pidiendo perdón a la purísima. Las emanaciones de la virgen de la concepción cesaron cuando la policía descubrió que los propietarios de su imagen de yeso la sumergían en agua y la encerraban en el refrigerador durante las noches, para que luego sudara y llorara, expuesta al intenso calor ambiental ante la romería de devotos.
Eduardo Galeano
Extracto de "Noticiero"
1983
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