Esta foto, la hermosa tapa de Push The Sky Away, el nuevo disco de Nick Cave & The Bad Seeds, no fue posada. Fue tomada en la habitación de Nick Cave, vaciada de muebles para que Susie Bick, su esposa, musa de Vivienne Westwood, la fabulosa mujer que cruza la habitación en puntas de pie con el pelo sobre la cara, hiciera una sesión para una revista de moda. Cave entró casualmente, como un esposo interrumpe la cotidianidad de la casa, y le pidieron que abriera la ventana. Susie fue a buscar su ropa y la fotógrafa, Dominique Issermann –famosa por su trabajo pero también porque es la mujer a quien Leonard Cohen, su ex amante y amigo, le dedicó I’m Your Man– siguió fotografiando. Porque sí, porque le gustaba la situación de tener a la pareja junta, en su habitación, bajo esa luz, él siempre de traje, ella desnuda. Cuando vieron esa foto impensada, fue Susie la que dijo: “es la tapa”. Y él estuvo de acuerdo porque las canciones de Push The Sky Away se escribieron en su casa, en una ventana frente al mar, y en todas aparece Brighton, la ciudad balnearia del sur de Inglaterra donde vive, el lugar de vacaciones de los que no pueden pagarse una playa de verdad y tienen que conformarse con ese mar frío y la arena sucia.
Y el mar y el deseo están por todas partes en este disco, un disco que no tiene nada del humor bestial y violento de Grinderman ni el entusiasmo narrativo de Dig!! Lazazus, Digg!!, que tiene los violines indisciplinados y tristes de Warren Ellis, atmósferas de sol frío, percusión delicada, nerviosa contención. En “Water’s Edge” los chicos locales miran a las chicas que juegan a orillas del mar y el romance del verano se llena de la peligrosa urgencia del sexo; “Wide Lovely Eyes”, dedicada a su esposa, es también una canción sobre el final del verano, sobre cuando los dos se quedan solos en la ciudad semivacía: “Desmantelaron la feria y cerraron los juegos/ Colgaron las sirenas de los pelos en las luces de la calle”; en “Mermaids”, Cave mira desde la ventana a las sirenas tomando sol sobre las rocas, lejos, que se sumergen y vuelven y lo saludan.
Y en esta tensa calma marina hay canciones paranoicas como “We Know Who U R” –con coro de niños y video de Gaspar Noé, apenas una silueta humana negra caminando por un bosque aterrador– o “Push The Sky Away” o el velado reproche de la muy amenazante “We Real Cool” –el bajo del principio recuerda los primeros, infernales, discos de Cave–, y esa voz cansada de hombre posesivo: “¿Quién te tomó las medidas desde la punta de los pies hasta la cabeza? Sí, lo sabés. Quién te compró zapatos y ropa, quién te escribió un libro que nunca leíste. Lo sabés.” O la loca travesía de “Higgs Bossom Blues”, con Cave acompañado de un gato momificado, rogando que lo entierren con sus zapatos de cuero amarillo y acompañado de Robert Johnson, el demonio, la partícula elemental del título que sacudió el mundo de la física y el Lorraine Motel de Memphis, donde fue asesinado Martin Luther King.
Pero la canción central de este disco es “Jubilee Street” –también tiene video, de John Hillcoat, protagonizado por Ray Winstone–, una canción sobre una prostituta y el hombre que la amaba; ella ya no está, el departamento lo ocupa la mafia rusa, él tiene miedo de pasar por ahí, pero sigue yendo, con “un feto en una correa”; una canción construida alrededor de un riff que va creciendo hasta disolverse en una explosión dorada. Es una gran canción, pero todas las canciones de Push The Sky Away son buenas. Todas son canciones llenas de espacio y luz, y cuanto mayor la luz, más grande la sombra. Todas son canciones sobre amar y morir: después de todo, y Cave lo sabe porque sobre eso escribe obsesivamente hace diecinueve discos, es el deseo lo que se interpone entre nosotros y la muerte.
Nick Cave está de gira, pero por ahora no vendrá a la Argentina. Se lo puede ver online con frecuencia: este año ya transmitió dos shows, uno en exclusiva para YouTube en el Fonda Theatre en febrero, otro la semana pasada en el festival Coachella de California. Las novedades se pueden seguir en http://www.nickcave.com/ En esta gira volvió, por ahora sólo para los shows, el virtuoso Barry Adamson, ex integrante de los Bad Seeds de 1984 a 1986 –entonces se fue porque, dice, lo enloquecieron–. Push The Sky Away aún no se editó en Argentina.
Mariana Enriquez. Suplemento Radar de Página / 12 - 29/04/2013
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